Con frecuencia, en los debates relacionados con el Pacto Verde se analizan las repercusiones económicas e industriales en un marco macro. Pero, ¿Cuál es el papel de la ciudadanía? ¿cómo puede actuar para contribuir al Pacto Verde? ¿cómo se puede fomentar el consumo sostenible?
La educación y la sensibilización de la ciudadanía es imprescindible.
Por ello habría que seguir trabajando con campañas de concienciación en los medios de comunicación, proyectos en centros educativos...
De nuevo opino que una buena educación sería la base para que cualquier proyecto llegará a buen puerto. Es evidente que todos conocemos la importancia de reciclar, reutilizar y reducir el consumo pero llegados al extremo en el que estamos tenemos que conseguir que la implicación sea mayor y lo más extendida posible. Para ello el conocimiento no sólo de lo que podría pasar en unos años sino también saber cuáles son las consecuencias que ya se ven a día de hoy o cuáles son los beneficios de hacer las cosas bien son cuestiones fundamentales
El papel de la ciudadanía es crucial, ya que si nos adaptamos poco a poco y conseguimos tener un estilo de vida más respetuoso con simples hechos como pueden ser el ahorro de energía, reciclando o utilizando medios de transportes públicos ya estaríamos ayudando. Se podría fomentar mediante los medios de comunicación, planes de educación medioambiental en escuelas o lugares de trabajo, y también realizando actividades de ocio sostenibles que además puedan concienciar a la población.
La ciudadanía debe iniciar un cambio en sus hábitos de transporte y de consumo. Debe apostar por unos alimentos más sostenibles y producidos cerca de casa y también debe sustituir de manera progresiva el uso del coche por alternativas más ecológicas (como puede ser el tren) y, en el caso de la ciudad, aumentar los trayectos a pie.
Es necesario integrar una mayor participación de la ciudadanía en los procesos de gobernanza climática a través de asambleas ciudadanas, presupuestos participativos u otros mecanismos de participación.
Asimismo, la ciudadanía tiene en sus manos, a través del consumo, acelerar la tendencia hacia una economía más limpia. Por ello, se propone establecer a nivel europeo un etiquetado medioambiental a todos los productos, similar al etiquetado energético europeo recogido en el Reglamento 2017/1369, como una manera de proporcionar información adicional al consumidor final.
Igualmente, se recomienda elaborar un plan europeo específico de divulgación sobre la crisis climática para los medios de comunicación públicos (incluyendo redes sociales) y el sistema educativo reglado. En este sentido, y de igual manera que durante la pandemia de la COVID-19, el objetivo es ofrecer información didáctica sobre las causas y consecuencias de la crisis climática y ecológica en la que estamos inmersos.
La ciudadanía es muy importante que se implique, empezando por la educación ambiental en los centros educativos, con la participación en programas medioambientales que hay una participación activa de toda la comunidad educativa; alumnado, profesorado y familias con planes de acción de cuidado del planeta .
Sensibilización de consumo responsable, reciclado, usar bicicleta o ir caminando cuando sea posible, ahorrar energia, uso responsable del agua...
También se pueden crear asociaciones de participación voluntaria para limpiar playas, bosques, parques...
El papel de la ciudadanía es esencial. Hemos visto la capacidad de convocatoria de Greta o últimamente, esos jóvenes portugueses que han llevado a los tribunales al estado por los incendios.
En España se está llevando a cabo un programa Agenda 21 escolar que incide en los objetivos de la Agenda 20-30 y que implica a alumnos, padres y profesores: con propuestas concretas que parten de los alumnos ante problemas detectados como pueden ser el ruido, el reciclado, el consumo de productos cercanos, así como no consumir bollería industrial y haciendo hincapié en el consumo de frutas y verduras, etc.
La educación y la sensibilización de la ciudadanía es imprescindible.
Por ello habría que seguir trabajando con campañas de concienciación en los medios de comunicación, proyectos en centros educativos...
De nuevo opino que una buena educación sería la base para que cualquier proyecto llegará a buen puerto. Es evidente que todos conocemos la importancia de reciclar, reutilizar y reducir el consumo pero llegados al extremo en el que estamos tenemos que conseguir que la implicación sea mayor y lo más extendida posible. Para ello el conocimiento no sólo de lo que podría pasar en unos años sino también saber cuáles son las consecuencias que ya se ven a día de hoy o cuáles son los beneficios de hacer las cosas bien son cuestiones fundamentales
El papel de la ciudadanía es crucial, ya que si nos adaptamos poco a poco y conseguimos tener un estilo de vida más respetuoso con simples hechos como pueden ser el ahorro de energía, reciclando o utilizando medios de transportes públicos ya estaríamos ayudando. Se podría fomentar mediante los medios de comunicación, planes de educación medioambiental en escuelas o lugares de trabajo, y también realizando actividades de ocio sostenibles que además puedan concienciar a la población.
La ciudadanía debe iniciar un cambio en sus hábitos de transporte y de consumo. Debe apostar por unos alimentos más sostenibles y producidos cerca de casa y también debe sustituir de manera progresiva el uso del coche por alternativas más ecológicas (como puede ser el tren) y, en el caso de la ciudad, aumentar los trayectos a pie.
Es necesario integrar una mayor participación de la ciudadanía en los procesos de gobernanza climática a través de asambleas ciudadanas, presupuestos participativos u otros mecanismos de participación.
Asimismo, la ciudadanía tiene en sus manos, a través del consumo, acelerar la tendencia hacia una economía más limpia. Por ello, se propone establecer a nivel europeo un etiquetado medioambiental a todos los productos, similar al etiquetado energético europeo recogido en el Reglamento 2017/1369, como una manera de proporcionar información adicional al consumidor final.
Igualmente, se recomienda elaborar un plan europeo específico de divulgación sobre la crisis climática para los medios de comunicación públicos (incluyendo redes sociales) y el sistema educativo reglado. En este sentido, y de igual manera que durante la pandemia de la COVID-19, el objetivo es ofrecer información didáctica sobre las causas y consecuencias de la crisis climática y ecológica en la que estamos inmersos.
La ciudadanía es muy importante que se implique, empezando por la educación ambiental en los centros educativos, con la participación en programas medioambientales que hay una participación activa de toda la comunidad educativa; alumnado, profesorado y familias con planes de acción de cuidado del planeta .
Sensibilización de consumo responsable, reciclado, usar bicicleta o ir caminando cuando sea posible, ahorrar energia, uso responsable del agua...
También se pueden crear asociaciones de participación voluntaria para limpiar playas, bosques, parques...
El papel de la ciudadanía es esencial. Hemos visto la capacidad de convocatoria de Greta o últimamente, esos jóvenes portugueses que han llevado a los tribunales al estado por los incendios.
En España se está llevando a cabo un programa Agenda 21 escolar que incide en los objetivos de la Agenda 20-30 y que implica a alumnos, padres y profesores: con propuestas concretas que parten de los alumnos ante problemas detectados como pueden ser el ruido, el reciclado, el consumo de productos cercanos, así como no consumir bollería industrial y haciendo hincapié en el consumo de frutas y verduras, etc.